Hace ni más ni menos que 50 años nació Internet. Lo que en 1969 se desarrolló como un proyecto militar para asegurar las comunicaciones en caso de ataque nuclear se ha convertido, a día de hoy, en una herramienta vital -sí, así es- de nuestra vida diaria, tanto personal como profesional.
Internet, tal y como lo conocemos, irrumpió en nuestras vidas al inicio de la década de los noventa con el primer navegador. Casi treinta años más tarde, el uso de la red no solo se limita a la búsqueda de información, también para actividades tan comunes como viajar y encontrar lugares -bendito Google Maps-, comunicación directa por mensajería -E-Mail, Whatsapp, Telegram, FaceTime, iMessage etc-, ver y compartir de todo en redes sociales -Youtube, Facebook, Twitter, Instagram etc-, ver películas, comprar y enviar dinero. La lista es interminable.
Estaremos de acuerdo cuando decimos que, en general, la ya conocida como red de las redes se ha instalado en nuestra vida para hacerla un poco más fácil. Ahora bien, hay una cuestión muy importante que a veces olvidamos, y es que Internet -queramos o no- pone a prueba nuestra privacidad.
Hace unos años bastaba con poner una pegatina en la cámara del ordenador para evitar miradas intrusas indeseadas. Hoy en día, sin embargo, los ataques informáticos son una realidad y van desde un simple robo de datos a algo tan peligroso como el ‘phishing’ en todas sus variantes. También es cierto que, con tal de evitar este tipo de ataques, la inversión en seguridad informática ya se ha convertido en algo básico para las empresas. La nueva legislación de protección de datos también ayuda.
Hace unas semanas, Carles Fité nos hablaba de la importancia de no usar la cultura del miedo contra Internet. En él se refería a un artículo de El País que hablaba de diez consejos para mantenerse invisible en la red y insistía en la necesidad de aprender a convivir con la nueva era digital. Tenía toda la razón. Ciertamente, querer ser invisible en Internet sería como si la humanidad hubiera rechazado la electricidad por miedo a electrocutarse. No tendría sentido. Eso sí, como en todo en esta vida, hay que saber hacer un uso responsable de las cosas, e Internet no es una excepción.
A continuación, hablaremos de los cinco pasos básicos para estar seguro en Internet:
- Elige contraseñas seguras para tus cuentas.
Cuanto más compleja, mejor, y es importante cambiarla periódicamente. Parece una tontería, pero seguro que más de uno tenéis la misma contraseña de hace años porqué es más fácil recordarla. O lo que es peor, ya ni os acordáis de dicha contraseña porqué la tenéis guardada en el navegador. Una buena contraseña debería incluir Mayúsculas, minúsculas, números y signos. Lo más recomendable es no utilizar la misma contraseña en todas las cuentas, así que una buena opción sería recurrir a un gestor de contraseñas -existen varias aplicaciones-. Cierto es que con la gran cantidad de cuentas de las que disponemos hoy en día, resulta muy difícil tener una contraseña para cada una de ellas. Basta con la que tengamos sea segura, y cuidemos de cambiarla de vez en cuando.
- Utilizar el doble factor de autentificación.
Además de la contraseña, todas las aplicaciones y la mayoría de gestores de correo online permiten activar otro método para verificar el inicio de sesión. En el caso de Gmail de Google, por ejemplo, se verifica el inicio de sesión con un mensaje de texto. La doble autentificación puede resultar tediosa en algunos momentos, pero es muy útil a la hora de prevenir sustos. Como, por ejemplo, que algún listillo se cuele en tu correo electrónico y contacte con tu banco solicitando a tu nombre una transferencia de cinco cifras a una cuenta de las Islas Caimán -True story!-.
- Navegar en modo incógnito.
La mayoría de navegadores como Google Chrome, Safari o Firefox permiten navegar en modo incógnito, evitando que estos almacenen tus datos en las cookies y el historial. También sirve a la hora de visitar páginas de poca confianza como las de descarga de películas. Estas páginas suelen contener ‘malware’ que se instala en nuestro equipo por medio de las cookies. Así pues, navegar en modo privado evita esta amenaza.
- Comunicación a través de servicios de mensajería.
Por norma general, si no queremos que un contenido salga a la luz, la mejor forma de estar seguro es no compartirlo en ninguna plataforma digital. Desde abril de 2016, Whatsapp empezó a encriptar todos nuestros mensajes asegurando que ni siquiera ellos mismos podrían descifrar el contenido enviado a través de su aplicación. Para los más precavidos existen alternativas como Telegram, cuyo leitmotiv es la protección de datos y dispone de múltiples funciones destinadas a este objetivo.
- Repasa las opciones de privacidad en Facebook.
La red social creada por Mark Zuckerberg es una gran muestra de lo que puede llegar a hacer una plataforma con vuestros datos. ¿Os habéis fijado en que cualquier búsqueda de información que hacéis en vuestro navegador aparece luego por arte de magia en forma de anuncio en vuestro feed de Facebook? Pues eso. Eso sí, Facebook tiene cosas muy buenas, así que puedes aprovecharlas a la vez que proteges tu intimidad si sigues estos consejos:
- Lee la política de privacidad con atención para saber qué tipo de información registra sobre ti, además de configurar tu perfil y la sección de privacidad. Al fin de cuentas, se trata de controlar quién puede ver tu contenido.
- No etiquetes a tus amigos, así evitarás que sus fotos entren en la base de datos de ‘reconocimiento facial’.
- Para evitar que sitios como Google indexen por defecto tu perfil y salga en la lista de resultados al meter tu nombre en el buscador, debes indicarlo en la sección ¿Quién puede buscarme?
- No compartas tu localización.
Queda claro que negarse a introducirse en la era digital significa quedarse atrás en el tiempo en todos los sentidos. Sin embargo, se pueden tomar precauciones para hacer de nuestra experiencia en la red más segura sin dejar de aprovecharse de todas sus ventajas.