Cuando empezó a generalizarse internet, a mediados de los noventa, los medios de comunicación tradicionales menospreciaron el alcance de ese nuevo canal de transmisión de información y decidieron sumarse al mundo 2.0 regalando sus contenidos. Aquel contenido, que si lo querías leer en papel tenías que pagar 1 euro, lo encontrabas gratis en el ordenador (los smartphones todavía no estaban generalizados). No sabían que se estaban haciendo la competencia a sí mismos. Esa fue una mala decisión, vista a toro pasado claro, y ahora estos medios no acaban de encontrar el camino para corregirla. Cuando el consumo de periódicos de papel baja de manera sostenida en todo el mundo, en gran parte porque el lector encuentra lo mismo sin pagar en la red, pocos medios han dado con la tecla mágica para monetizar el consumo en sus propios medios digitales.

Todos los medios saben que solo venderán periódicos –o suscripciones digitales– si explican buenas historias y son creíbles, y solo serán creíbles si son independientes de los poderes económicos y/o políticos. Y no lo serán nunca si el lector deja de pagar por los contenidos. El descenso de venta de periódicos de papel parece imparable, aunque no creo que llegue nunca a desaparecer. Acabará siendo un producto de lujo que da prestigio a una marca mediática, pero dejará de ser la fuente principal de ingresos. Por eso todos los periódicos grandes –y los no tan grandes también– están experimentado con distintos métodos de pago para contenidos digitales. Estamos en una fase transitoria de transformación que no sabemos dónde acabará.
Un ejemplo de caso de éxito de cómo ha cambiado un periódico de toda la vida para adaptarse a una nueva realidad la encontramos en el The New York Times, que tan bien explica el experto en comunicación Ismael Nafría en su libro ‘La reinvención de The New York Times: Cómo la «dama gris» del periodismo se está adaptando (con éxito) a la era móvil’.

La etapa de transición la están viviendo los medios de comunicación clásicos, pero también los lectores. Durante los últimos 20 años, más o menos, nos han acostumbrado que para consumir periodismo no hacía falta pagar –nos han malacostumbrado los propios medios, como he dicho–, y los jóvenes han nacido ya en esta época en la que todo lo encuentras en internet, “que es gratis”. Y todo lo que es gratis, casi siempre es de baja calidad. El periodismo gratuito y la proliferación de medios únicamente digitales ha llevado a una degeneración de la profesión, cada vez peor pagada, y como consecuencia, contenidos pobres y/o influidos por presiones –o autocensura directamente– de patrocinios económicos o subvenciones políticas. Yo tampoco estaría dispuesto a pagar por este contenido, pero la única manera de revertir esta tendencia es que los medios puedan ofrecer contenido de calidad a cambio que el lector esté dispuesto a pagarlo.

He tenido muchas conversaciones con amigos que critican a los medios de comunicación porque son unos vendidos a estos o a otros, o porque el contenido no está contrastado y contiene errores. Y no les falta razón en muchos casos, pero luego les pregunto si compran periódicos o pagan una suscripción digital, y responden que no.

No es fácil y, como he dicho, estamos en una fase de transición, pero si se busca se puede encontrar periodismo del bueno, comprometido y libre, pero de pago, claro.