[dropcaps]Esta semana he tenido la ocasión de vivir una experiencia bastante impresionante. Se trata de cenar en un restaurante a ciegas. Y para que ello sea totalmente factible te obligan a dejar ciertas pertenencias en una taquilla antes de entrar. Y entre ellas el [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]teléfono móvil[/textmarker].[/dropcaps] Una de las cosas que más nos sorprendió durante la cena fue las veces que echamos de menos el Smartphone. Y no porque tuviéramos dependencia de mensajes o llamadas. Sino por [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]aspectos prácticos[/textmarker]. Nos hemos acostumbrado a que nuestro aparatito no solo se limite a la comunicación sino también a hacernos la vida más práctica.

La cena era con mi socio Joan y otro compañero más. Y lógicamente aprovechamos, además de vivir la experiencia, de tratar algunos temas personales y profesionales. Por ejemplo [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]programar una reunión[/textmarker], pero no teníamos el calendario a mano y por lo tanto no pudimos concretar. Una opción evidente que nos soluciona nuestro móvil.

Estábamos hablando de un concierto que se celebraba el martes siguiente a las 21:00 de la noche. Pero su éxito en gran medida, también dependía de coincidir o no con un [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]partido de fútbol[/textmarker] y de la Champions. Otra operación que no pudimos consultar.

En otro momento me aconsejaron una serie de preguntas que debía hacer en un compromiso que tenía al día siguiente. Las clásicas anotaciones que escribirías en la [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]aplicación Notas [/textmarker]de tu teléfono móvil, pero que tampoco pude hacer.

Y así algunas situaciones más que nos hizo pensar en varias ocasiones que nuestro teléfono se ha vuelto casi en un complemento imprescindible para nuestro día a día. Pero no en una cuestión de dependencia a la hora de comunicarse sino de facilitarnos nuestras vidas.

 

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Una duda existencial[/textmarker]

Al tener esta conversación surgió la idea de escribir sobre ello en este blog. Pero a la vez volvió a aparecer otro interesante tema de debate: ¿debemos citar el nombre del lugar en el que cenamos? A nosotros nos cobraron lo que tocaba y pagamos religiosamente. Entonces ¿debemos hacerles [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]publicidad gratuita[/textmarker]? Aquello famoso de decir “en unos grandes almacenes” para no hablar de “El Corte Inglés” o de una “popular marca de refrescos” y no decir “Coca-Cola”.

Sin obtener nada a cambio, ¿por qué hay que citar públicamente un negocio del que no nos lucraremos en nada y en cambio le damos publicidad a los miles de visitantes de esta web? ¿Hasta qué punto es [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]ser generoso o ser tonto[/textmarker]? ¿Hay que buscar siempre un intercambio en el que salgan ganando, aunque sea poco, las dos partes?

Y con esa duda estoy ¿debo deciros el nombre del restaurante?