En el episodio 299 del podcast Caviar Online, en la sección de “La Filosofada de la Semana” hablábamos del momento exacto que llegamos al pico máximo de felicidad al conseguir un objetivo. ¿Sucede cuando lo piensas o planeas? ¿Disfrutando del camino? ¿Después de conseguirlo?
En mi opinión, el pico máximo se encuentra en el momento exacto que tienes la certeza al 100% de que lo vas a conseguir o tener, esos 2 o 3 segundos antes de llegar, conseguir o de tenerlo en tus manos. Este estado máximo no puede mantenerse durante largos periodos de tiempo. Y esto es importante saberlo y controlarlo en la vida, pero también en la gestión de marca personal y en el mundo empresarial.
Esos 2 o 3 segundos antes es la única cosa que separa a tu consumidor de obtener ese premio, producto o servicio que tanto hype les produce y tan convencido está. No podemos defraudar, no podemos dejar que caigan en una decepción cuando tienen aquello que anhelan en sus manos o cuando llega el momento de disfrutar.
. Crear expectativas demasiado altas y alejadas de la realidad hace que la caída sea más pronunciada.
. No resolver/comunicar un sorteo crea frustración entre los participantes.
. Mentir en tus campañas, packaging o cualquier soporte comunicativo para conseguir viralidad es desastroso para tu imagen.
Pero otro reto que tenemos como marca o empresa radica en saber mantener ese pico, si no al máximo nivel, lo más alto posible. Cuanto más tiempo estemos en la zona alta, mejor sensación y más perenne será el recuerdo, ergo fomentaremos el Boca-Oreja.
Por ello, también debemos invertir esfuerzos en ese tramo del proceso de compra: el momento de la adquisición o disfrute y los minutos, horas o días posteriores, cuando usamos el producto o servicio, lo disfrutamos, estamos felices, nos convencemos de nuestra decisión y viralizamos con felicidad nuestra gran inversión.
No hay nada parecido al poder de las emociones y sensaciones, son capaces de todo, de lo mejor y de lo peor. Una emoción puede hacer que corras más rápido, que gastes más dinero en un producto, que empatices con un desconocido, que hagas largas colas por conseguir una entrada para un concierto de tu cantante favorito, que saques motivación de donde no la hay, que dejes de ver objetivamente tu entorno o que te enamores de una simple marca. Las emociones son un gran poder que necesita de una gran responsabilidad, debemos controlar las nuestras y conocer las de nuestros clientes.