En uno de mis últimos post en este blog de Marficom hablaba del poder de un buen titular –y criticaba el clickbaiting–, pero este no es el único anzuelo para llamar la atención de los lectores en un periódico o en una pantalla. Tanto o más importante es una buena foto que acompañe el texto. La foto que encabeza este artículo la hizo una fotógrafa con la que trabajo a menudo, Cristina Calderer, y por si sola te llama a leer la noticia que escribí sobre las cesáreas. De hecho, esta gran foto ampliaba y mejoraba el texto. Y lo mismo pasa al revés: una fotografía oscura, mal enfocada, movida o mal encuadrada puede estropear un reportaje excelente, o que no lo lea casi nadie.
La precariedad laboral en los medios de comunicación por culpa de la crisis económica general, sumada a la crisis propia del sector, ha implicado que muchos responsables de medios hayan decidido reducir la plantilla de fotógrafos, o directamente eliminar el departamento. Con el argumento que los redactores también pueden hacer fotos, se han hecho muchas barbaridades. Por no hablar de los buenos editores fotográficos en las redacciones, una especie en extinción, por desgracia.
Pero este no es un mal exclusivo de los periódicos. En muchos sectores que usan fotografías a menudo se cree que una foto hecha por cualquier persona –o incluso con un móvil–, por muchos pixeles y buena óptica que tenga la cámara, puede sustituir una de un fotógrafo profesional. A veces se puede disimular si el autor de la foto tiene cierta pericia, pero el ‘pastel’ se descubre cuando en el trabajo –sea periodístico o no– coinciden una foto profesional al lado de una de ‘amateur’. Es tan evidente la diferencia que difícilmente se puede sostener.
Es cierto que la economía está como está y hay que mirar hasta el último euro que se gasta, pero cuando alguien pretende hacer un trabajo profesional y considera que la fotografía es un tema secundario del que se puede prescindir, este nunca será perfecto.
Haced un ejercicio simple: mirad el Instagram buenos fotógrafos y comparadlo con cualquiera de vuestras fotos…
Pero si todavía no lo acabáis de ver claro, llevad este argumento a la vida doméstica. ¿El día que os casasteis –o si pensáis hacerlo algún día–, hubierais prescindido del fotógrafo para decirle a vuestro primo Javier, que tiene una Canon para cuando se va de viaje, que inmortalice un día único en vuestra vida? No hay más preguntas, señoría.