Esto de internet y del 2.0 es muy curioso. Cuando más avanzamos por un lado, más retrocedemos por otro. Tecnológicamente somos capaces de casi todo y a una rapidez inimaginable. Podemos calcular qué tardaríamos en ir andando de Calatayud a Azerbaiyán en apenas unos segundos o ver en un vídeo de 2 minutos cómo se construyó un hotel de 15 plantas en 48 horas.
Y no me cansaría de poner ejemplos de cosas que, por muy cotidianas que nos parezcan, son absolutamente increíbles y tremendamente inimaginables de que fuesen posibles hace poco más de una década. Y ya no hablemos de todas las posibilidades que tenemos a mano con un smartphone que nos hace la vida más sencilla ya que nos resuelve gran cantidad de dudas al instante.
Pero la bonita paradoja que se produce es que en el fondo estamos volviendo a los orígenes de la historia. Por ejemplo: estamos volviendo a la escritura icónica. Igual que los grabados que hemos encontrado en las paredes y muros de nuestros antepasados. Tendemos a simplificarlo todo. Incluso la escritura. Lo que el telegrama no logró, lo está logrando ahora twitter o telegram o el whatsapp. Límites de caracteres, e intentar simplificar los mensajes. Como cuando los telegramas se pagaban por palabras, y por lo tanto también se ahorraban artículos o preposiciones. De hecho, los signos de puntuación eran más caros que las propias palabras, por eso se utilizaba la palabra “stop” y no un punto ortográfico.
Pero en cambio, como ahora nos limitan los caracteres y no las palabras, nos ahorramos letras. Quién sabe si el que inventó el telegrama en lugar de cobrar por palabras lo hubiera hecho por letras, la gente hubiera empezado mucho antes a escribir “xk” en lugar de “porque”. Por lo tanto usamos pocas letras y si podemos cambiarlo por un emoji o icono mucho mejor. Todo más simple, más práctico. Lo cierto es que nos estamos acostumbrando a los textos cortos y rápidos. Abrimos un página web y vemos un artículo muy largo y ya nos da pereza leerlo. Clic y a otra cosa.
De hecho, este ya está quedando demasiado extenso y será mejor dejarlo aquí. Pero el hecho de volver a utilizar el lenguaje icónico es un ejemplo claro de que en el fondo está casi todo inventado y que para avanzar hacia el futuro no hay que dejar de mirar atrás.