¡Whatsapp me quiere controlar! Me paso a Signal. O a Telegram. O a lo que sea. Una amenaza que ya hemos escuchado antes, así que sabemos que al final la mayoría de tu entorno seguirá enviándote mensajes de Whatsapp porque es un servicio que les resulta útil y que casi todo el mundo usa. Tiene un valor definido y contrastable con el paso del tiempo, que es la clave. ¿O me equivoco y realmente estamos viviendo un cambio en las app de mensajería? Veamos.

Whatsapp vive unas semanas complicadas. Puso una fecha límite, el 8 de febrero, con una actualización de las condiciones de uso que se tenía que aceptar sí o sí para seguir empleando su servicio. Es propiedad de Facebook y con su largo historial de escándalos vinculados a la confidencialidad el mensaje que interpretó la mayoría de gente fue “Facebook espiará mis mensajes para vender la información a los anunciantes”. Cosas de tener el mismo amo. La compañía reaccionó aplicando los manuales de crisis, emitió un tutorial para dejar claro que la privacidad es intocable y retrasó la fecha del cambio hasta mayo, pero las cifras muestran que el terremoto existió. Telegram tuvo 15,7 millones de descargas entre el 5 y el 12 de enero, por 7,6 en los siete días anteriores. Más del doble, unos números que son aún más exagerados con Signal, abanderada de la privacidad, que incluso vio cómo se colapsaba su servicio ante la avalancha de descargas: 17,8 millones, ayudada por tuits de famosos como Elon Musk o Eric Snowden, en contraste evidente con las 285.000 de una semana antes. ¿Y Whatsapp? 10,2, por debajo de los 12,7 de los días previos al anuncio.

Los precedentes indican que seguramente estamos ante una tormenta que amaine rápidamente. Cuando Whatsapp decidió cobrar menos de un euro por su servicio hace unos años de golpe vivimos como infinidad de amigos y conocidos se fueron a Telegram. Para no usarlo nunca más pasado el cabreo inicial cabe recordar. Un precedente similar al auge en Estados Unidos con las protestas después del asesinato de George Floyd, a las manifestaciones de Hong Kong o en Cataluña con el procés, ayudado por los políticos que confesaban no usar Whatsapp por desconfianza de si estaban siendo espiados. Signal sacó la cabeza también en todos esos conflictos, pero la experiencia del usuario sigue siendo un poco insatisfactoria, por poco intuitiva. En cambio el gran beneficiado es Telegram, que cada vez cuenta con más usuarios a nivel particular, de empresas y de medios de comunicación, y cuya versión web es más que recomendable. A pesar del palpable auge de la app creada por los hermanos Durov, la realidad es que el dominio en la mensajería instantánea de la aplicación propiedad de Facebook todavía es abrumador, superando los 2.000 millones de usuarios. Y nuestra madre, nuestro abuelo y la mayoría de gente que nos rodea seguirá usándolo, sin intención de cambiar, así que nuestros contactos permanecerán donde están. Hemos regalado la privacidad de tal forma que no parece que lo de Whatsapp vaya más allá de una crisis pasajera. Los que se pasen a Telegram no darán marcha atrás porque es intuitiva y útil, mientra que a Signal le costará bastante más. Lo importante es que estos días seguimos aprendiendo cosas de privacidad, monopolios, gestión de crisis y comunicación. Estaremos atentos a cómo evoluciona todo. ¿Afectará realmente esta crisis al dominio de Whatsapp?