Hace ya algunos meses descubrí como le llaman a la nueva generación de adolescentes, aquellos nacidos después del 2000, les llaman “La Generación de cristal”. Muchos lo utilizan como un concepto peyorativo relacionado con la fragilidad y la sobreprotección durante la infancia por parte de sus padres, pero, ¿esa fragilidad es debilidad o es compromiso? A mí sin duda me parece que es dar valor a las emociones después de tantos años de silenciarlas, intolerancia a las injusticias a las que estamos sometidos a diario, búsqueda de nuevos caminos y mi favorita, responsabilidad afectiva. Confieso que me da cierta envidia no formar parte de esa generación que se prioriza, a ellos y a sus emociones.
El caso es que me parece normal que las personas puedan ser frágiles cuando se quitan la venda de los ojos, les lanzamos al mundo laboral sin previo aviso, por pura subsistencia, y descubren todo lo que pasa fuera de sus habitaciones. En ese punto es donde empieza el problema, en trabajar para subsistir.
¿Es posible trabajar para algo más que subsistir? Indudablemente la gran atracción de cualquier trabajo continúa y continuará siendo la retribución económica, pero ¿sigue siendo la prioridad de los trabajadores?
Las prioridades son valores en constante cambio, lo que quiero para mí “yo” de hoy no es lo mismo que quizás querré en unos meses, y mucho menos lo que priorizará otra persona, pero me atrevo a decir que globalmente hemos elegido un camino que une algunos criterios de la satisfacción laboral.
Existen valores que una empresa puede ofrecer a sus trabajadores que no solo van a ser positivos para ellos, sino que va a sumar en todos los aspectos de la empresa. Cuanto mejor se sienta el empleado mayor será su compromiso, determinará la motivación del equipo y la productividad.
Después de la retribución económica llega la retribución emocional.
Si un empleo no te hace feliz, ¡déjalo! Nuestros abuelos se pondrían las manos en la cabeza al oírnos decir estas cosas, y evidentemente no es tan fácil como decirlo y ya, pero sucede y cada vez sucede más. Se debe cuidar a los trabajadores como quien cuida una relación de pareja, a diario, y si el domingo por la noche ya estás odiando el lunes, ahí no es. Las relaciones tóxicas no se dan únicamente entre parejas, también se pueden dar en relaciones laborales.
Necesitamos sentirnos vivos, que nuestro trabajo nos estimule, nos permita desarrollar nuevas competencias, crecer como personas y avanzar como profesionales. Necesitamos retos, valoración y aprobación.
Necesitamos sentirnos libres, sentirnos responsables de nuestro tiempo y entender que la productividad fluctúa y nuestras necesidades también. Aquí es donde tiene espacio la conciliación laboral y familiar. No es, pero un camino de una sola dirección, poder cubrir esas necesidades también significa responsabilizarse como trabajador de las tareas para las que tu empresa cuenta contigo.
Necesitamos trabajar con orgullo y sentimiento de pertenencia y ojo, porque no se refiere a ser el CEO de una multinacional conocida por todos ¡ni mucho menos!, se refiere a desear trabajar en ese sitio, en esos proyectos y con esos compañeros, ser un trabajador orgulloso de los valores de su empresa.
La satisfacción laboral es mucho más compleja de lo que pensamos, y las prioridades son diferentes para cada trabajador y para cada empresa, pero en todos los casos existen dos partes y, aunque parece que nos hayamos olvidado de esto durante muchos años, ambas partes tienen el mismo valor y hay que escucharlas.
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Si has llegado hasta aquí, gracias por leer esta entrada en el blog de Marficom, yo soy Marta (@bymartamarin) y estaría más que encantada de conocer tu opinión sobre la satisfacción laboral.