El tiempo pasa tan deprisa que no nos damos cuenta de algunos cambios que hemos sufrido en nuestro día a día. Pequeños utensilios que antes nos parecían imprescindibles y nos hacían la vida más fácil y que a día de hoy ni los tenemos, ni los echamos de menos.

Cosas tan sencillas y prácticas como un despertador. Un gran invento que no llegó hasta finales del siglo XVIII. Pero antes de que alguien lo ideara, y en plena revolución industrial, existía un oficio llamado knocker-up en Inglaterra e Irlanda y consistía en unos señores contratados por la empresa que iban casa por casa de sus trabajadores a despertarles para indicarles que era la hora de ir a trabajar. Lo hacían golpeando en sus ventanas mediante largas cañas de bambú o un bastón. E incluso, si éstas estaban muy altas y fuera de su alcance, lo hacían con un canuto por el que tiraban guisantes para que golpearan en el cristal hasta despertar al huésped. El trabajo se extinguió con la modernidad del invento del reloj despertador. Pero hoy en día, nos despertamos con la alarma de nuestro móvil que simula el sonido de la alarma de toda la vida. Y ya no tenemos un reloj despertador en nuestra mesita. Pero tampoco lo echamos de menos.

Subimos en un coche y ya no tiene radio cassette. De hecho seguro que más de uno tendría problemas ahora para reproducir esa cinta de toda la vida. Nos hemos habituado a tener en nuestro vehículo CD, reproductor mp3 e incluso bluetooth o DVD. Pero del cassette, nada de nada.

El vídeo y las cintas VHS también forman parte del pasado. Substituidos por la televisión a la carta y youtube. A nadie se le ocurre ahora poner a grabar una serie o un programa. Y ya no entramos en aquellas modas pasajeras que tenían que ser el futuro, decían: el Laser Disc, el sistema BETA o en sonido el MiniDisc. Hoy en día, ni se fabrican.

Pocos nostálgicos tiran fotos en una cámara con carrete para revelar a posteriori. O usan diapositivas. O aquellas máquinas revolucionarias de la marca Polaroid que revelaban la foto al instante y que se han convertido en piezas de coleccionista.

Y así podríamos seguir pensando en la última vez que escribimos una carta de puño y letra y la mandamos por correo con sello y todo, o que consultamos el tomo de la enciclopedia o el diccionario en papel, o que usamos una cabina telefónica para hacer una llamada; de hecho ¿cuántos números de teléfono recordamos de memoria? ¿los tenemos anotados en un directorio de teléfonos escrito a mano? Apenas sin darnos cuenta la vida ha cambiado delante de nuestros ojos y nos hemos ido adaptando a todos estos cambios, dejándonos llevar. Sin despertarnos con el sonido del reloj despertador, sin comprar cassetes ni cintas de vídeo, sin revelar carretes o meter monedas en cabinas telefónicas.

En la comunicación todo ha cambiado a pasos agigantados. ¿Está tu empresa preparada para ello? ¿Y tú estás formado para dar la talla que te pide ella en el mundo actual? Si ni llamamos, ni nos despertamos, ni nos carteamos igual, ¡tampoco nos comunicamos del mismo modo!

Abre los ojos, despierta y espabila.

El mundo 2.0 está llamando a la puerta y va a gran velocidad. O nos ponemos las pilas o nos quedamos atrás. Y no solo debemos tener redes sociales nosotros y nuestro negocio y poseer una página web. Éstos deben estar a la altura de las circunstancias que nos pide ya no el hecho de estar a principios del siglo XXI, si no en pleno 2015 y llegando al primer cuarto de siglo.