Siempre me han sorprendido los pequeños detalles que pueden marcar toda una vida. Decisiones tomadas, a veces de forma inconsciente, y que cambian tu destino y tu futuro. Un tema llevado al cine en múltiples ocasiones, como en la película La La Land por ejemplo.

Pero a veces, estas decisiones se toman de forma plenamente conscientes y deliberadas. Y tampoco es nada fácil tener la visión de futuro para apostar por algo determinado. Me refiero por ejemplo, a casos como el de uno de los fundadores de Facebook que no vio su potencial y prefirió venderse sus acciones por cuatro duros en los inicios de la red social.

O por ejemplo el caso entre Google y Excite. Es muy curiosa esta historia. El titular fácil es que Excite rechazó comprar Google por 750.000 dólares. Excite terminó siendo absorbida y Google tiene un valor de 320.000 millones de euros. Pero vamos a entrar en detalle para darnos cuenta que no todo es tan fácil y es muy importante contextualizar.

Primero, hay que remontarse a 1998. Por aquel entonces el buscador número 1 era Yahoo. Y el segundo, bastante alejado era Excite. Pero el concepto de buscador era muy distinto al de ahora. La idea era hacer un portal y que además ofreciera la opción de buscar cosas en la red. Yahoo marcaba el camino y el objetivo era ofrecer contenido y que la gente estuviera el máximo de tiempo navegando en tu página. Solo hay que visitar el portal de Yahoo hoy en día para ver cuál era el concepto y compararlo con lo que ha terminando siendo Google.

 

Total, que en 1998 Excite oye hablar de unos chicos que en Stanford están desarrollando un buscador bastante potente y se reúnen con ellos. Larry Page y Sergei Brin tienen ante sí el sueño de muchos adolescentes de esa época: crear una empresa de las llamadas punto com y que alguien te la compre por un millón de dólares. El CEO de Excite, George Bell, se reúne con los chavales y le cuentan en que consistía su buscador, por aquel entonces llamado BackRub.

Los chicos Google proponen una comparación directa: abrir dos navegadores, uno con Excite y el otro con su buscador. Y buscar la palabra Internet. Los primeros resultados de Excite fueron páginas chinas en las que salía la palabra internet rodeada de caracteres chinos. Cuando lo teclearon en BackRub, los dos primeros resultados fueron páginas que te contaban cómo usar un navegador. Exactamente el tipo de ayuda que dejaría satisfechos a la mayoría de gente que hubiera hecho la búsqueda. El producto de los chicos de Stanford era bueno, pero demasiado. Si la gente encontraba la respuesta acertada tan rápido, dejarían la página de Excite y se marcharían y el negocio en esa época estaba en que la gente se quedara en la web.

George Bell no quiso comprar ese buscador por 1 millón de euros, ni tampoco por 750.000 dólares cuando Larry Page y Sergei Brin rebajaron su oferta.  Pero ¿es tan grave el error de Bell? Nunca lo sabremos. Porque igual, si Excite decide comprar a Google, nunca se habrían convertido precisamente en Google y hubieran adaptado ese buscador a un portal de noticias como Yahoo y hubieran seguido apostando por el negocio de entonces que estaba en ofrecer contenido propio y servicios propios. Igual nunca se hubiera apostado por pagar por el posicionamiento de los resultados en un buscador.

En el fondo lo que no vio Bell ni nadie de su empresa era que para vencer a Yahoo no había que hacer lo mismo que ellos sino algo diferente. Y ahí es donde está la dificultad. Ahí es donde se marcan las diferencias. Donde se hace historia. Pero cuando eres el CEO de una gran compañía tomar ese tipo de riesgos todavía es más difícil. Como más arriba estás, más complicado es arriesgar.

La historia está llena de ejemplos así. Nos remontamos ahora a 1875. Un joven inventor acaba de crear un aparato para retransmitir sonidos vocales u otros telegráficamente causando ondulaciones eléctricas similares en forma a las vibraciones del aire que acompaña dicho sonido vocal u otro. Se pone en contacto con la empresa más importante de telecomunicaciones de Estados Unidos, la Western Union y les ofrece su invento por 100.000 dólares de la época. Y le dicen que no.

Es decir, Graham Bell acababa de inventar el teléfono y Thomas Orton, presidente de Western Union lo rechazó además alegando que era un simple juguete, una idea extravagante, poco práctica y que el telégrafo ya incorporaba todas las mejoras técnicas del momento. Graham Bell decidió crear su propia compañía, la Bell Telephone Company que vendió diez años después por mucho más dinero a la American Telephone and Telegraph Company, actual AT&T.

Western Union se dio cuenta rápidamente de su error y llamó a un tal Thomas Edison para que les ayudara a crear otro teléfono. Lo copió, claro. Y Bell les denunció por plagio en un famoso juicio que duró años y que terminó ganando.

Pero nuevamente, ¿es tan grave el error de Orton de pensar que el telégrafo era la opción buena y no hacer gastar a su compañía 100.000 dólares de la época por un nuevo invento que no estaba garantizado que triunfaría? ¿Cuántos ejemplos tenemos de apuestas de grandes compañías que han terminado fracasando? Laser Disc, Mini Disc, el Video 2000, las cintas DAT, las memorias SD, etc.

Dicen que un visionario no es una persona que ve el futuro, sino que ve el presente con mayor claridad que el resto. Y de eso se trata.