El otro día escuché una reflexión que me pareció del todo acertada y que debemos asumir cuanto antes. Hay tres cosas en la vida que no podemos evitar de ninguna de las maneras:

  • La muerte. Aquí sí que no hay nada que hacer. Como dice la sabiduría popular, la muerte está tan segura de ganar que te da toda una vida de ventaja.
  • Los impuestos. A pagar toca. En mayor o menor medida pero todo el mundo debe pasar por caja sea de donde sea.
  • Los cambios. ¡Ah amigo! Aquí quería llegar yo. Estamos condenados a cambiar.

Como dice la canción, cuánto hemos cambiado. Y es que poco tenemos que ver con aquel crío que andaba a cuatro patas por casa de nuestros padres o con aquel adolescente que empezaba a probar las cosas de la vida. La esencia es la misma, claro que sí. Pero físicamente no tenemos nada que ver. Ni tampoco cómo pensamos en muchos temas. Nosotros cambiamos, nuestro entorno cambia, la vida cambia.

Pues aceptémoslo y preparémonos. Seamos de mente abierta. Dispuestos a adaptarnos a las circunstancias. No queramos encerrarnos en una parcela limitada. Sin miedo al cambio:

  • Cambiar nosotros mismos. Tener criterio no significa pensar siempre lo mismo. Es bueno reconocer que con la experiencia, con mayor conocimiento de las cosas podemos cambiar de opinión.
  • Cambiar nuestra empresa o profesión. La mayoría de trabajos que se realizan hoy en día no existían cuando estudiábamos. Por lo tanto nuestro enfoque debe evolucionar y adaptarse a los cambios. E intentar adelantarse a ellos. Apostar y arriesgar en medida de nuestras posibilidades.
  • Cambiar nuestros hábitos. ¿Por qué hacemos siempre lo mismo? Y aquí me remito directamente al maravilloso post que escribía hace unos días mi amigo Joan Martín con el cuento de los extremos del pollo. ¡Es esto amigos!

En definitiva, con la muerte y los impuestos no hay nada que hacer. Pero con los cambios podemos aportar mucho dependiendo con la actitud con los que los encaremos.