Una de las cosas que más me sorprenden de la cultura de hoy en día es cómo caemos en la trampa de consumir lo gratis con una tranquilidad más que peligrosa. Nos registramos sin ningún problema, le damos ok o aceptar sin leer ni darnos cuenta de los permisos que estamos otorgando y empezamos a usar aquello que nos ha salido gratis de lo más felices.

Pero en cambio, cuando queremos usar una aplicación y vemos que es de pago nos molesta. Aunque el pago sea de 0,99 euros y la podamos usar gratis para toda la vida. Nos molesta pagar un euro. Lo queremos gratis. Pero ¿existe realmente algo gratis hoy en día? Ya sabes la respuesta. Nadie regala su tiempo, su esfuerzo ni su trabajo. Lo gratis es lo caro.

Si una aplicación tiene un coste, nos despeja todas las dudas. Su monetización se basa en el pago del consumidor. Hay otras aplicaciones que usan la fórmula freemium. Hay una parte gratis pero limitada y seguramente con anuncios. Y otra más pro con opciones que solo puedes tener si pagas una cantidad. También aquí tenemos claro el método de financiación.

Pero cuando es totalmente gratis, es que algo esconde. Nos pasa con las redes sociales. ¿Son realmente gratis? No, pagamos con nuestros datos. Desde Whatsapp hasta Facebook o Twitter. Les decimos todos nuestros gustos, simplemente cuando interactuamos o subimos alguna publicación y así nos pueden ofrecer anuncios personalizados o directamente comercializar los datos. Nos escandalizamos, pero realmente Facebook no sabe nada que no le hayamos dicho antes nosotros. Directa o indirectamente.

Pero el problema no está en estas grandes redes o compañías. Es mucho más peligroso el pequeño juego o la pequeña aplicación que nos ayudará a controlar el sueño, ha cambiar el tamaño de una foto, a añadirle un filtro, a editar un video, a jugar, y un montón más de aplicaciones que tenemos en nuestro móvil y de las que solo queremos las versiones gratis y nos fastidia cuando son de pago. Por muy baratas que sean.

¿Os acordáis qué costaba un GPS Tom Tom y además teníamos que pagar por la actualización de los mapas? Ahora lo tenemos todo gratis y a tiempo real en Google Maps. Pero a cambio sabe perfectamente dónde estamos en todo momento. Pero no para calcular el tráfico. Sino para saber cuando vamos al supermercado por ejemplo, a cuál vamos, desde donde y poder detectar si entre un supermercado y otro podría caber un tercero más y poder vender esa información por ejemplo a Mercadona que estará encantado de abrir un nuevo negocio allí ya que habrá comprobado que hay una demanda. Incluso sabrá nuestro poder adquisitivo, gracias por ejemplo a la gama de móvil que tengamos, y si nos ponemos más quisquillosos, a todo lo que pagamos con el móvil.

Por eso me sorprende que no tengamos ningún reparo en bajarnos aplicaciones gratis que mercadean con nuestros datos y nos indignamos porque otras nos quieren hacer pagar 1, 2 o 3 euros para ver recompensado su esfuerzo y no tener que recurrir a extrañas artimañas escondidas en la política de privacidad para hacer rentable su negocio. Simplemente, pensemos en ello.