Tengo un amigo que se ha quedado soltero. Cosas que pasan. Después de un tiempo de relación resulta que la cosa no funcionaba y lo mejor es que cada uno vaya por su camino. Pero el tema es que le pudo la tentación y a los pocos días se hizo Tinder. Entró en esta red para ligar. Ya os podéis imaginar, consultando a sus amigas qué fotos debía poner, qué descripción, etcétera. Y empezó a intentar buscar una relación, esporádica, duradera o incluso efímera porque nunca se sabe, en el online.
Pero claro, tampoco se encerró en su casa. Salimos un día de fiesta juntos, y vio una chica que le pareció atractiva. Se acercó a ella, entabló conversación y terminó dándole el teléfono. Al día siguiente la chica le escribió y empezaron una conversación que ya veremos si le lleva a una relación esporádica, duradera o incluso efímera, porque nunca se sabe.
Online y offline, dos mundos que conviven y que te pueden llevar al mismo resultado final. En el online el campo de mercado es mucho más amplio, y ahora yo no hablo solo de personas. En el offline el alcance es mucho más limitado. Pero uno no sustituye al otro. Lo complementa.
Cuando hablamos de digitalización, de revolución online, de industria 4.0 no nos dejemos deslumbrar. ¡Claro que es una revolución! ¡Claro que es imprescindible! ¡Claro que debemos formar parte! Pero nunca, nunca, nunca nos olvidemos del offline. Porque las técnicas de toda la vida siguen funcionando y seguramente mejor que nunca. Porque mucha gente las ha olvidado. Pero ambas siguen vigentes.
Mi amigo empezó una relación por un chat de una aplicación y luego quedó en persona. Por otro lado conoció en persona a una chica y luego terminó hablando por ella en el chat.
No os quedéis con la literalidad del ejemplo. Levantad la cabeza, mirad a vuestro alrededor y pensad si estáis haciendo todo lo que deberíais en el offline. Porque a veces, la voluntad y las ganas por lo moderno, nos hace olvidar lo eterno, lo que siempre está allí y nunca falla.