«El mundo se derrumba, cae en mil pedazos, te descontrolas, cierras los ojos, ¿qué he hecho?, te cuestionas, ¿por qué?, ¿qué dejé de hacer?, gritas, ¡JODER!, sigue cayendo, sigues sin saber por qué, intentas ordenar ideas, intentas poner el pie para que la caída no sea tan dura, sigue en caída libre, te preguntas cuánto será el destrozo, ¿amor?, ¿odio?, incredibilidad, pierdes el rumbo, vas en picado, directo a una muerte segura, te resignas, cierras lo ojos, respiras profundamente, sacas una leve sonrisa con una mueca desencajada, sientes el frío en tu cara, miras hacia abajo, no quieres mirar, lo recoges rápidamente, y descubres la verdad, está muerto, su pantalla se hizo añicos».
Un sentimiento que todos hemos tenido. Ese segundo que pasa entre el resbalón del móvil en tus manos y cuando oyes el impacto contra el suelo. El móvil ha pasado a ser el objeto más importante de nuestras vidas. Nos gastamos un dineral, pero no existe nada en este mundo que usemos más.
Se te olvida la cartera en casa de unos amigos y el móvil en el trabajo, has quedado para cenar y solamente tienes tiempo para ir a recoger uno de los dos: ¿A por cuál vas?
No sabemos vivir sin la nueva navaja suiza tecnológica. Se propaga un virus entre nosotros se llama [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]nomofobia[/textmarker] y es el miedo incontrolable a no tener a mano el teléfono móvil (No Mobile Phobia).
Un [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]65% de españoles reconoce ser adicto[/textmarker] a su Smartphone y siente la necesidad de tenerlo cerca y encendido en todo momento. Lo usamos durante casi el mismo tiempo que dedicamos a trabajar, es decir, [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]35 horas semanales[/textmarker] y lo [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]miramos 150 veces al día[/textmarker] según un estudio de la Fundación Telefónica.
¿Qué grado de adicción tienes al móvil? Compruébalo en este test o descárgate esta aplicación que controla cada vez que consultas el Smartphone: Checky
Y solamente me falta mencionar una oda que leí en 2009 de Edith Esquivel
«Celular, te amo. Tu tamaño es inversamente proporcional al de mi felicidad.
Me acompañas, hablas con la voz de los amigos más queridos, destilas la sabiduría de mis padres y abuelos.
Cuando alguien llama brillas como una ciudad de noche. Vibras y resuenas con miles de canciones diferentes.
Tienes todas tus teclas en su lugar, suaves y firmes a la vez. Me envías mensajes cariñosos que me reaniman y fortalecen.
Das la hora y la fecha, avisas de eventos importantes y citas impostergables. Eres mi guía en este mundo confuso.
Cuando sin querer te golpeo no guardas rencor. Eso sí, eres demandante al necesitar energía… ¿pero quién no se pone de malas con hambre? Al conectarte regresas a la vida y yo contigo.
Celular, nunca olvidaré las horas interminables que jugamos, las emociones a tu lado, nuestras fotos de viajes, y las canciones que cantamos.
Estaremos juntos siempre, siempre, hasta que me llegue la promoción anual de mi plan y te cambie por otro, pero aparte de eso, siempre.»
Gracias Jose. Por un lado estoy de acuerdo contigo en la adicción que existe en tener el control al minuto de todo aquello que nos rodea. Las redes sociales nos han dado la capacidad de no perdernos nada. Fascinante por un lado, preocupante por otro.
Pero es normal, no hace tanto que nacieron y todos nos hemos encontrado con un juguete con múltiples posibilidades en nuestras manos sin que nadie nos explique como funciona. Si de pequeño me hubieran dejado una pelota en medio de un parque sin explicarme nada más…seguramente hubiera roto más de una ventana, casi atropellado por los coches y más de un balón perdido en el jardín del vecino…todo esto también sucedió.
Es fabuloso ir en tren y hablar con tus amigos o consultar las últimas noticias. Pero nos falta saber qué son y para qué se pueden usar las redes sociales y el exceso de información que tenemos a golpe de click.
Asistimos a una revolución que ha cambiado y cambiará nuestras vidas…y esto nunca será fácil ni rápido.
Es muy preocupante, y triste también estar realizando un trayecto por ejemplo en el metro y ver que ya nadie mira al frente, todos cabizbajos con una atención mantenida en el móvil, sin mirar las caras del que se sienta delante tuyo. No hablemos de los que van por la calle leyéndolo, con riesgo de tropezar continuo.
Los que nacimos en una época en que el teléfono era fijo, de pared, y además un lujo, lo tenemos más fácil para desconectar. Los nativos digitales, como dices, ya crecen adictos a este artilugio. Y, ojo, una adicción es una adicción, sea del tipo que sea. Felicidades por el post.