Esta semana leía un artículo en El País que hablaba sobre diez consejos para mantenerte invisible en internet. Me llamó la atención y lo empecé a leer. Y más o menos te pintaba todo como el apocalipsis y te decía algunas cosas útiles pero poco prácticas, como no tener la misma contraseña en todos sitios, y otras más complicadas como no subir ninguna foto tuya en redes sociales.
Lo de las contraseñas es un mundo complicado. Porque cada vez tenemos más sitios para registrarnos y es imposible acordarse de todas. Y evidentemente lo más práctico es tener una contraseña para todo y como mucho alguna variación de la misma. Existen aplicaciones que generan contraseñas y que solo sabiendo una accedes a una especie de repositorio con todas las contraseñas guardadas. Es un tema que el reconocimiento facial o dactilar te facilitan el trabajo.
Pero el artículo se centraba básicamente en huir de Google y de Facebook. Es obvio que vivimos en un duopolio absoluto pero ¿hasta qué punto nos afecta? ¿Por qué debemos alejarnos de ello? Solo debemos ser consciente de lo que pasa, de las reglas del juego, y sacar nuestro máximo provecho.
Es evidente que si navegamos por Chrome o usamos Gmail, le estamos dando mucha información a Google. ¡Pero es que Chrome es el mejor navegador que hay! ¡Y es gratis! No pagamos con dinero, pagamos con datos. Pero no usan esos datos para hacernos daño, para investigarnos o chivarse a nuestros padres. No. Usan los datos para conocernos mejor y ofrecernos aquellos productos que más nos interesen. ¿Qué problema hay que me salga un anuncio de motos si saben que hace poco que tengo el carnet de moto?
Es cierto que estos datos pueden caer en malas manos y usarse para manipularme políticamente a través de fake news. Pero justamente esto es lo que está batallando la justicia y también las propias compañías. No os negaré que en su día lo hicieron seguramente pero hoy en día saben que les puede traer más problemas que beneficios, por lo que estoy seguro que se centran nuevamente en datos comerciales.
Ah, y sobre redes sociales aconsejan que ocultes tu nombre real, tu dirección, tu teléfono, fotos tuyas, no hables con gente que no conozcas y no comentes nada. Vale, pues entonces mejor no tener redes sociales, ¿no?
Hemos contado muchas veces la importancia de controlar nuestra eximidad. Teniendo esto claro, lo que no podemos hacer es negarnos a la revolución del siglo XXI. Quedarnos en el siglo pasado con la cultura del miedo. Es absurdo que la gente hubiera estado en contra del fuego porque podía quemar un bosque. O invitando no usar la electricidad porque si ponías los dedos te podías electrocutar. El problema es saber usar las redes y saber que son gratis porque pagamos con nuestros datos. Y debemos ser conscientes de qué datos damos, y por lo tanto qué decidimos que forme parte de nuestra eximidad y qué se queda en nuestra intimidad.
Por favor, es evidente que el mundo está cambiando. Bueno ha cambiado y sigue cambiando. Pero debemos adaptarnos a él y ver el lado positivo de estos cambios. Saber que nos hace en muchos casos una vida mejor. Que podemos lanzar nuestro producto a todo el planeta con un clic. Que podemos tener contacto inmediato con nuestro hijo que estudia en el otro lado del mundo y que vemos al mismo momento una serie en Estados Unidos o Japón.
No queramos ser invisibles a internet. No juguemos con el miedo. Simplemente aprendamos a convivir con esta nueva era digital. Corrijamos aquellas cosas que se están haciendo mal, eduquemos y eduquémonos en ello y disfrutemos de vivir en un mundo con muchas ventajas que nuestros antepasados no tenían. Igual que ellos hicieron con la llegada de la electricidad, de la revolución industrial o del descubrimiento de la rueda.
Muy interesante tu información. gracias pro compartirlo.
No había leído algo parecido.. que interesante y raro.. gracias
Muy cierto todo lo que decís las rrss son para lo que son y es exhibirte al mundo (en mayor o menor medida), sino es lo que quieres no estés en ellas.
Me gusta mucho vuestro podcast!
Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario. ¡Y por escucharnos!
Un saludo.