La línea divisoria entre la vida privada y la profesional es muy difusa en el mundo ‘on line’. La mayoría de gente no es consciente que a veces según qué cosas cuelga podrían perjudicarle en el trabajo, o al menos no dar una buena imagen de sí mismo. Hay quien piensa que en sus redes sociales personales puede hacer y decir lo que quiera porque, precisamente, son personales. Sí, en general es cierto, pero en estas redes privadas también nos siguen compañeros de trabajo, o colegas de nuestro sector profesional, que son más que conocidos, pero tampoco los podemos calificar de amigos. Hay que tener en cuenta la imagen que proyectamos, simplemente.

Al otro lado está la gente que es muy consciente de esto, y marca una separación casi quirúrgica de su vida privada y profesional. Por ejemplo, en Twitter solo cuelga cosas de su trabajo y en Instagram y Facebook, donde solo acepta a amigos de verdad y familiares, postea fotos de sus vacaciones y de los conciertos y fiestas a las que va. En un caso como este, también proyectamos una imagen alterada de lo que somos. Quien no nos conoce personalmente y solo nos sigue en Twitter podría pensar que somos unos obsesos del trabajo, y en cambio, los amigos y la familia que solo nos divertimos. Es cierto que todas personas tenemos un trabajo y tenemos vida social y no haría falta enseñarlo todo porque se presupone, pero también lo es que en el mundo digital solo existe lo que se ve, y esto altera nuestra percepción de las personas.

Seguramente, y aunque esto va a gustos, claro, la virtud está en el punto medio. El buen profesional es aquel que trabaja bien pero también tiene tiempo para el ocio y la familia. La conciliación de la vida laboral con la personal hace unos años era un tema invisible, pero actualmente es un derecho que las empresas entienden, y en algunos casos incluso lo potencian. Un trabajador que se divierte en su tiempo libre seguro que rinde más. Entonces, si se encuentra el equilibrio adecuado, dar la imagen 2.0 de una persona que trabaja, que es solvente, resolutiva y brillante, y a la vez sabe pasarlo bien y relajarse, es bueno.

Las redes sociales nacieron a finales de la primera década del milenio y todavía no tienen ni 15 años de vida. Esto significa que la mayoría de personas en edad laboral no hemos nacido en un entorno digital como el actual y nos hemos tenido que adaptar. Y en las redes sociales, lo que hoy es válido igual dentro de dos años ya no lo es. Es fácil exponer nuestra vida privada más de lo conveniente, y también hacernos muy pesados con ‘spam’ de nuestro trabajo, que igual no es tan interesante como creemos…

Sea como sea, lo importante es que antes de sumergirnos en las redes seamos conscientes que con lo que colgamos, y lo que no, proyectamos una imagen digital. Y luego tenemos que pensar si aquella imagen es la que queremos dar o la que más nos conviene, y corregirla si es necesario.