[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]1.[/textmarker] La semana pasada nació la hija de unos grandes amigos míos y me llamó la atención que su padre, a las pocas horas del maravilloso acontecimiento, le hizo[textmarker color=»C24000″ type=»text color»] un Twitter personal[/textmarker] a su recién nacida. La cuenta de Twitter está cerrada y solo acepta invitaciones de íntimos amigos de los padres y aprovecha para colgar tuits de acontecimientos especiales de la nueva familia. ¿Para qué lo hizo? Su respuesta fue que quería que su hija cuando fuera mayor pudiera tener un nombre de usuario y que nadie se lo robara.

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]2.[/textmarker] Otra fabulosa noticia reciente es[textmarker color=»C24000″ type=»text color»] el nuevo proyecto de empresa[/textmarker] de una amiga que en breve tiene que salir a la luz. ¿Por qué aún no ha salido? Uno de los trámites que le falta es el [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]registro del nombre[/textmarker] para que nadie pueda copiarlo.

Estos dos hechos muy cercanos en el tiempo me han hecho pensar en el proceso de registro de marca en el contexto 2.0 que vivimos.

¿Sirve de algo registrar una marca cuando no podemos acceder de forma sencilla y clara al mismo nombre en las diferentes plataformas de comunicación 2.0? ¿Qué es primero, elegir el nombre teniendo en cuenta el registro o intentando acceder al nombre de usuario que nos guste en redes sociales?

Hasta ahora la forma de garantizar que un nombre fuera tuyo y nadie lo pudiera utilizar era comprando la patente de marca, a partir de ahí eras propietario de un nombre que representaba tu idea, producto,  negocio o servicio.

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Ahora todo esto ha cambiado.[/textmarker]

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Ahora la identificación de marca con un nombre la necesitamos tener en las búsquedas 2.0[/textmarker], tanto en Google como en los diferentes buscadores de las distintas redes sociales. Necesitamos ser encontrados no en las páginas amarillas ni llamando al 11888, necesitamos que nuestros clientes y potenciales consumidores puedan llegar a nosotros por la vía que ellos quieran. Actualmente, esta vía se llama internet.

Ahora la marca ya no es exclusiva para empresas, proyectos o gente famosa; ahora[textmarker color=»C24000″ type=»text color»] todos y cada uno de nosotros proyectamos una imagen a la comunidad online[/textmarker] que debemos cuidar, mimar y seleccionar a nuestro antojo pero con criterio. El nombre que elegimos para nuestro e-mail, el usuario de Twitter o el nombre de nuestro blog personal son tan valiosos cómo el mejor discurso que puedas hacer.

¿Qué usuario de Twitter te transmite más confianza: @JoanMartin_ o aquellos que Twitter me ofrece si ahora intento hacerme un nuevo perfil @JmartinJoan, @jmartin29276616, @joan_jmartin o @jmartin20080287?

Hacer un buen trabajo de naming para luego tener que modificarlo cuando vamos allí dónde están nuestros clientes, no tiene sentido.

  1. [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Mi amigo hizo bien[/textmarker] en reservar el nombre de usuario para su hija, si Twitter aún sigue al pie del cañón, será un gran regalo de futuro.
  2. En el caso de mi amiga que quiere comenzar un nuevo proyecto, le he recomendado que antes de registrar el nombre de su futura marca compruebe y reserve el nombre en las principales redes sociales y compre el dominio.[textmarker color=»C24000″ type=»text color»] El tema de registrar, en mi opinión, es secundario[/textmarker].