Debemos hacer que nuestro trabajo sea bello. Pero ¿qué es la belleza?
A veces, confundimos la palabra “Belleza” con “Moda”. Y no tienen nada que ver. Algo bello debe ser aceptado con pocas objeciones o ninguna, objetivo si me apuras. Algo de moda hace referencia al gusto, a lo subjetivo.
Por muy original o sibarita que queramos decir que somos, cuando decimos que algo es bello, bonito, bueno, de calidad o que “eso” sí vale la pena, normalmente nos basamos en aquello que cada uno piensa, según sus intereses, experiencias y convicciones. Por ello, no dejan de ser ridículas aquellas discusiones que quieren definir aquello que es mejor en comparación con otra cosa. Quien dice “definir”, dice convencer al otro de que aquello que a uno le va bien le debe ir bien también al interlocutor.
Por ello, deberíamos limitarnos a argumentar, escuchar, contraponer argumentos, aprender y respetar siempre la opinión del otro. Sencillamente, en ocasiones, lo bueno viene dado por la mayoría o, en muchas ocasiones, por la minoría.
Pero la belleza, ¿cómo se consigue?
De bellezas hay muchas:
- La belleza espiritual basada en el alma
- La belleza física, percibida por los sentidos
- La belleza funcional basada en su utilidad
- La belleza libre, natural y sin arreglos
- La belleza adherente o ideal, sujeta al juicio racional que espera encontrar en ella una serie de atributos
“La belleza que atrae pocas veces coincide con la belleza que enamora”, José Ortega y Gasset
Nadie puede resistirse a la bondad, verdad y fidelidad a la propia naturaleza. Las personas, cuando más jóvenes, más bellas, por no tener experiencias que adulteran su comportamiento, por su verdad sin filtros de convencionalismos de la sociedad, de sus actos más propios de un entorno natural sin consumismo… Si conseguimos acercarnos a esta pureza en nuestro trabajo, seremos más bellos y conseguiremos ser más atractivos para nuestros clientes, colaboradores o compañeros de trabajo.