[dropcaps]Twitter a los periodistas nos llegó sin manual de instrucciones. Incluso para los que (por poco) no llegamos a los treinta, [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]no hubo ni una sola clase en la Facultad[/textmarker] dedicada a cómo adaptar esta poderosa red social a nuestra profesión. Entonces aún mandaba Facebook. Imagino que los tiempos habrán cambiado y que ahora la carrera integra el 2.0 en la mayoría de sus asignaturas. Aunque me preocupa que algunos profesores puristas del oficio y veteranos a los que el nuevo orden les pilla tarde renieguen y sean excesivamente críticos ante la red de los 140 caracteres.[/dropcaps][blocktext align=»left»][textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter informa, influye y permite lucrarte[/textmarker][/blocktext]

Hay una realidad que no admite discusión: [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter ha revolucionado el periodismo[/textmarker].

Informar, influir y lucrarse. Eso pretenden los medios de comunicación y así lo aprendimos en las aulas. Tres funciones que cumple el pájaro azul.

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter es información[/textmarker]. El canal más inmediato para acceder a la noticia, donde con un rápido vistazo al timeline sabes qué está pasando, qué es tendencia e incluso la interpretación y valoración de los hechos.

[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter es influencia[/textmarker]. El número de seguidores o de retweets potencia el mensaje y ejerce de poderoso transmisor de una idea.

Y [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter es una herramienta para lucrarse[/textmarker]. Fomenta el tráfico de visitas a una web para ganar pinchazos, incluye publicidad directa y encubierta y se convierte en la mejor forma de impulsar una marca empresarial o personal.

Cumplidas las tres funciones básicas, [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]llegan las trampas[/textmarker].

El periodista jamás puede abandonar su desconfianza hacia todo lo que lea. Tiene la[textmarker color=»C24000″ type=»text color»] obligación de contrastar[/textmarker] y no dejarse llevar por ser el primero en publicar o en dar pábulo a lo que encuentra.[blocktext align=»right»][textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Twitter suele ser comida rápida[/textmarker][/blocktext]

Cualquier usuario es un potencial periodista, cualquier perfil puede subir una imagen, contar una historia… Pero luego [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]el profesional tiene que saber manejarla[/textmarker] siguiendo las reglas básicas del oficio.

Twitter suele ser comida rápida. Prima el titular, el qué por encima del cómo o el por qué. [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]El error es dejarse llevar por esa superficialidad[/textmarker] y no buscar las causas o explicaciones. El periodista debe ser el mejor sintetizando y vendiendo una noticia. Pero para hacerlo debe conocerla incluso mejor que sus protagonistas. ¡[textmarker color=»C24000″ type=»text color»]Hasta el hueso[/textmarker]!

Y claro que tiene cabida la opinión, la interpretación de la realidad. El follower busca el qué, pero una vez lo tiene, demanda el por qué. Y la carga de opinión en Twitter es incluso más extrema que el posicionamiento que han adquirido los medios de comunicación convencionales. [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]En la mayor selva informativa, gana el rigor[/textmarker], pero también la polémica bien llevada. Quien mejor se curta en ese terreno dominará el periodismo 2.0. Twitter es la herramienta que ha revolucionado el periodismo y el periodista debe ir a la revolución sabiendo manejar el arma. De lo contrario, [textmarker color=»C24000″ type=»text color»]el arma acabará matando a su propia reputación[/textmarker] y afectando a su marca personal. En definitiva, dañando a lo más valioso que le queda.

 

[miscellaneous type=»superscript»]Quim Domènech es periodista deportivo. Redactor de El Chiringuito de Jugones en Nitro y es el editor de Jugones en La Sexta.[/miscellaneous]